Recuerdo la primera película que vi sobre Superman, ni siquiera había llegado a mi adolescencia, pero me sorprendió ver cómo volaba, su cuerpo antibalas y la rapidez con que se cambiaba el vestuario. Parecía invencible.
Aunque también recuerdo que en un momento de esa cinta, el superhéroe se sintió débil, muy débil, cuando le colgaron en el cuello la "kriptonita". Desde ahí me empezó a decepcionar: o el tipo era invencible o tenía sus debilidades.
Y menos mal que con el paso del tiempo fui descreyendo más y más de su fuerza, sobre todo por el hecho de ser meramente ficticia; es decir, nunca creí en el poder del "Hombre de acero" (¿oxidado?), así como nunca digerí la idea de que la luna es de queso y de que los niños (¿y las niñas?) nacen de los repollos, o los trae la cigüeña.
Hasta la fecha, no he visto una cigüeña en mi vida... ni serpientes desayunando tierra.
Tampoco me trago la teoría de que un pequeño de 8 años se lance del techo de su casa sólo porque ha visto a los Power Rangers o al mismo Superman, si es que éste todavía tiene fanáticos. Eso ya es cuestión mental (¿y educativa?), porque si no, cuántos cientos de menores habrían ido a parar al Hospital Bloom en la época "de oro" de los Power Rangers.
Pero al grano: Superman ya no es tan súper, empezando por el actor que lo interpretaba, Christopher Reeve, quien ahora lucha contra una enfermedad que podría superar un poco más si los gobiernos se preocuparan por las investigaciones acerca de la misma.
Y hablando de los poderes sobrehumanos, ni Spiderman ni Superman, ni los Cuatro fantásticos ni muchos superhéroes juntos pueden superar el poder, la habilidad, la rapidez, la agilidad y otras cualidades que le pertenecen a Gokú, el legendario "supersayayín" (de la serie Dragon Ball Z).
¿Por qué?, porque Gokú es un súper y un hiperhéroe, que además de demostrar que la muerte no lo mata, muere y luego regresa a la vida. ¿Qué tal esa lección de eternidad?
*Publicado en La Prensa Gráfica, 19 de octubre de 2002: http://archive.laprensa.com.sv/20021019/fama/fam6.asp
Aunque también recuerdo que en un momento de esa cinta, el superhéroe se sintió débil, muy débil, cuando le colgaron en el cuello la "kriptonita". Desde ahí me empezó a decepcionar: o el tipo era invencible o tenía sus debilidades.
Y menos mal que con el paso del tiempo fui descreyendo más y más de su fuerza, sobre todo por el hecho de ser meramente ficticia; es decir, nunca creí en el poder del "Hombre de acero" (¿oxidado?), así como nunca digerí la idea de que la luna es de queso y de que los niños (¿y las niñas?) nacen de los repollos, o los trae la cigüeña.
Hasta la fecha, no he visto una cigüeña en mi vida... ni serpientes desayunando tierra.
Tampoco me trago la teoría de que un pequeño de 8 años se lance del techo de su casa sólo porque ha visto a los Power Rangers o al mismo Superman, si es que éste todavía tiene fanáticos. Eso ya es cuestión mental (¿y educativa?), porque si no, cuántos cientos de menores habrían ido a parar al Hospital Bloom en la época "de oro" de los Power Rangers.
Pero al grano: Superman ya no es tan súper, empezando por el actor que lo interpretaba, Christopher Reeve, quien ahora lucha contra una enfermedad que podría superar un poco más si los gobiernos se preocuparan por las investigaciones acerca de la misma.
Y hablando de los poderes sobrehumanos, ni Spiderman ni Superman, ni los Cuatro fantásticos ni muchos superhéroes juntos pueden superar el poder, la habilidad, la rapidez, la agilidad y otras cualidades que le pertenecen a Gokú, el legendario "supersayayín" (de la serie Dragon Ball Z).
¿Por qué?, porque Gokú es un súper y un hiperhéroe, que además de demostrar que la muerte no lo mata, muere y luego regresa a la vida. ¿Qué tal esa lección de eternidad?
*Publicado en La Prensa Gráfica, 19 de octubre de 2002: http://archive.laprensa.com.sv/20021019/fama/fam6.asp
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